viernes, 12 de febrero de 2010

"La Puerta"

Había algo.

No sabía el qué, pero había algo.

Allí tras su puerta cerrada. Había lago alzando su mano para abrir el picaporte de su habitación. Algo horrible y mostruoso. Algo que hacía que sus pelos se pusiesen de punta y sus ojos se abriesen incredulos y aterrados.

Se agarró a las sábanas, abrazándose a sí misma. La luz de la luna aquella noche no iluminaba su ventana y tampoco ningún rayo perezoso se marcaba sobre el suelo de madera. No oía el tráfico de la calle ni la respiración fuerte de su padre, en la habitación continua.

Todo estaba en silencio.

Silencio.

Y ese algo estaba al otro lado de la puerta. Esperándo con su mano para abrir el picaporte, girarlo con escalofriante lentitud y dejar que la puerta se abriese con un chirrido sordo de visagras.

El frío, sí. Tal vez el frío que sentía era una de las peores cosas.

Aquel frío que impregnaba su piel y se agarraba a ella con alfileres de hielo haciéndo sangrar sus sentidos.

El reloj marcaba la madrugada y su tic tac se paró justo cuando aquello se había situado tras la puerta, con su respiración pesada y su presencia.

No se atrevía a mover músculo alguno, incluso su respiración, apenas audible, le parecía el más atronador sonido. El sudor recorría su espalda curvada sobre sus rodillas dobladas.

Estaba acurrucada sobre la cama, en el lugar más alejado de la puerta.

Y aquello estaba allí.

Sentía su mirada sin verla. Y podía imaginar su presencia tras la puerta.

Afuera, la noche seguía siendo cerrada y la niebla colpeaba la ventana, haciéndo que se empañase el cristal.

No podía apartar sus ojos de la puerta, y al mismo tiempo deseaba cerrarlos y darse cuenta de que todo era un sueño.

La lámpara de tela osciló levemente, los muñecos de peluche, de ojos negros y brillantes, de colores vivos bajo la luz del sol y tan muertos en plena noche, la sonreían macabramente desde la librería.

Y aquello seguía allí.

Y, antes de que se diese cuenta, ese algo abrió la puerta.

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